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Tania Navarro with her son and husband in the Frida Kahlo Museum during a family trip to Mexico City in October 2023. (Tania Navarro)
Tania Navarro with her son and husband in the Frida Kahlo Museum during a family trip to Mexico City in October 2023. (Tania Navarro)
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Cuando la cantante de rancheras costarricense Chavela Vargas saltó a la fama internacional en el siglo pasado, le preguntaron en una entrevista si era mexicana y ella dijo que sí. Inmediatamente, los periodistas le dijeron que cómo era posible que fuera mexicana si había nacido en Costa Rica y su respuesta la inmortalizó. De manera más folclórica, dijo que los mexicanos nacen donde les da la gana. Cuando alguien me pregunta “¿De dónde eres?”, tiendo a dar una explicación más larga que la mayoría de la gente. Suelo decir: “Nací en San Diego y crecí en Tijuana”, porque siempre me he sentido de ambos lados de la frontera y porque, al igual que Chavela, me siento mexicana aunque no haya nacido allí. Soy estadounidense porque mis padres decidieron que naciera en el lado norte de la frontera. Según ellos, al día siguiente de mi nacimiento me llevaron a Tijuana (al recordar esa historia, mi papá siempre comenta que en ese entonces no se requería una silla para bebés para salir del hospital). Y mi caso no es único. En Tijuana y en otras partes del mundo, algunas familias deciden pagar para tener partos en Estados Unidos. Tal como la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, quien vive en Mexicali y decidió que su hijo menor naciera en Imperial Valley en 2022. Durante mis años escolares, cuando Tijuana era una ciudad más pequeña, tuve compañeros de clase, amigos y más tarde en la vida, incluso colegas que nacieron en el lado norte de la frontera. Algunos, como yo, han decidido usar su nacionalidad estadounidense para trabajar y otros no. No se trata de “bebés ancla”, así que por favor no empiecen. Se trata de turistas de ingresos medios o altos que pagan por un servicio de parto en un país extranjero, y mientras paguen la factura del hospital, no hay nada ilegal en ello. Aunque soy estadounidense, haber crecido en suelo mexicano tuvo un efecto poderoso en mí. Durante mis primeros años, fui a la escuelas mexicanas, viajé por muchas ciudades de México y me enamoré de la cultura de mis padres y de mis ancestros. En ese entonces, yo estaba convencida de que era mexicana, porque la piel se me enchina al escuchar el “Himno Nacional Mexicano” de la misma manera que se lo hace cuando escucho “The Star-Spangled Banner”. Cuando me convertí en madre de un niño estadounidense en 2012, hice un gran esfuerzo para criarlo bilingüe e incluso me mudé de nuevo a Tijuana para inscribirlo en una escuela mexicana durante cuatro años. Me siento orgullosa cuando veo que habla inglés y español con fluidez, y apenada cuando me cuenta los insultos raciales que le han dicho quienes creen que no es lo suficientemente estadounidense. El año pasado, visitó la Ciudad de México por primera vez y rápidamente aprendió que el solo hecho de pararse frente al Zócalo en la Plaza de la Constitución es uno de los momentos de mayor orgullo para cualquier mexicano. Desde que él era pequeño, nuestra celebración mexicana favorita es el 2 de noviembre por el Día de los Muertos, y el 16 de septiembre, tenemos nuestra segunda celebración mexicana favorita, el Día de la Independencia. Por lo general, veo la transmisión de televisión desde la Ciudad de México y directamente desde la plaza del Zócalo. Vemos cuando el presidente recrea “el grito”, que fue el llamado que hizo que los mexicanos salieran a iniciar su lucha por la independencia contra la corona española en 1810 y luego toca la campana, tal como lo hizo en su iglesia el cura Miguel Hidalgo, el padre de la independencia mexicana. Y sin comida nuestra celebración mexicana no estaría completa. Por eso aprendí a hacer pozole, un platillo clásico mexicano, que me transporta directamente a casa. Si bien ni mi hijo ni yo nacimos en México, sabemos que nuestra herencia mexicana está ahí, en mi comida y en nuestro ser. Ambos sabemos que estamos conectados con nuestras raíces porque como lo dejó claro Chavela, ser mexicano es más que una nacionalidad, también es una actitud, un estado de ánimo y una forma de vida. ¡Viva México! Navarro es editora de la opinión de la comunidad en The San Diego Union-Tribune. Es transfronteriza y vive en ambos lados de la frontera.
Original Opinion note: /2024/09/13/opinion-mexican-is-not-a-nationality-its-a-state-of-mind/

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